Recuerdo en mi infancia, los días que pasaba en la casa de mi primo. Esa sensación de independencia que podía tener, alejado de mis padres, se resumía en caprichos abastecidos y satisfechos , pero esta vez por mis tíos.
Pero lo que más me gustaba, eran unos cuadros pintados al óleo, un caballete con una paleta y trapos sucios con olor a trementina, a un costado.
Me llamaba la atención los elementos desordenados que dieron como resultado unas imágenes en las que podía palpar una textura y podía reconocer fácilmente lugares de Barrio Rucci, pero impresos sobre bastidores de tela.
Lo más sorprendente, es que fuesen creación de las manos rústicas e hinchadas de mi tío, cuya profesión de mecánico automotor y ex paracaidista, me producía un gran contraste con este nuevo mundo de pinturas que descubría.
“Quiero pintar”, le dije a mi tío, y muy amablemente, me regaló una paleta y un pincel.
Pero no me dejó probar mi destreza inmediatamente.
Eso sí, acertadamente, llamó a mi madre para que me anote urgente en un taller para pequeños pintores.
Lo demás vino como aluviones de recuerdos, que hoy se convierten en imágenes placenteras. Adquisición en el kiosco de las revistas, de fascículos para aprender dibujo y pintura. Asistencia al taller de mi barrio con la profe Marta.
Visita a la librería de calle San Luis, frente a la ex Plaza Pinasco - Montenegro, para comprar pinceles, caballete, óleos, y una larga lista de etcéteras que hasta el día de hoy, fue mutando de una simple admiración al hobby de mi tío , a una profesión que adopté como forma de vida.
Esos recuerdos, se presentan cada vez que encaro una nueva obra, y los olores de las pinturas, recrean aquellas sensaciones de mi infancia.
Pero lo más importante, se presentan ante mí, en aquellas etapas de la vida, en donde por diferentes cuestiones y obligaciones, los pinceles y pinturas se encuentran en reposo por algún tiempo. Y esas imágenes de mi niñez, me alientan a que ya es hora de volver a pintar, crear, y me enseñan los motivos por los cuales la vida vale la pena vivirla, en colores y afectos.
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